Sinceramente y sin querer faltar al respeto a Katharina Hagena, El sabor de las pepitas de manzana me ha resultado una castaña. Típica historia de casa heredada y recuerdos de los padres y abuelos con un tinte romántico meloso previsible y aburrido. He estado a punto de abandonarlo a medias, pero aunque mi hermana mayor me dice siempre que si algún libro no nos gusta es mejor dejarlo, que la vida es muy corta, odio el regusto a fracaso que me deja hacerlo…
"Tía Anna murió con dieciséis años de una neumonía que no fue posible curar porque la enfermedad le había roto el corazón y aún no se había descubierto la penicilina. Su muerte ocurrió un día de julio al al anochecer y un instante después, cuando Bertha -la hermana menor de Anna- se precipitó llorando al jardín, se dio cuenta de que con el último estertor de Anna todas las grosellas rojas se habían vuelto blancas."
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