"En los buenos tiempos, las jovencitas se casan por amor. En los malos, muchas lo hacen por interés. Yo me casé con un preso en los peores, por dos multicopistas que nadie sabía poner en marcha. Tenía dieciocho años, y hasta que a mi hermano se le ocurrió complicarme la vida, ni siquiera sabía que existieran máquinas con ese nombre.
—¿Pero tú estás tonto, o qué? —le
interrumpí a voz en grito—. ¡Sí, hombre, como si no tuviera yo ya bastantes...!
Problemas, iba a decir, pero Toñito
se levantó de un salto para sujetarme la cabeza con una mano mientras me tapaba
la boca con la otra."

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