viernes, 25 de enero de 2013

Arroz y tartana

Cuando leo alguna novela de las de la primera época del valenciano Vicente Blasco Ibáñez, no sólo vivo la historia, sino que además me transporto a los escenarios de cada momento, huelo el azahar, disfruto la fiesta, veo la luz blanca y resplandeciente de Levante... Sin ninguna duda, es el rey indiscutible de las descripciones. Las más bajas pasiones humanas se dejan entrever en cada situación, magistralmente resuelta siempre por este autor. Las novelas naturalistas francesas y españolas son mis preferidas. Su literatura sigue fresca, fresquísima.
   Aquí tenéis la magistral descripción de un cocido del que dan buena cuenta los protagonistas:
   "…dos fuentes magnificas que exhalaban un vaho consolador, un tufillo alimenticio que se colaba hasta el fondo del estómago. En la una las patatas amarillentas, los reventones garbanzos, sacando fuera del estuche de piel su carne rojiza; la col, que se deshacía como manteca vegetal; los nabos blancos y tiernos, con su olorcillo amargo; y en la otra fuente las grandes tajadas de ternera con su complicado filamento y su brillante jugo; el tocino temblón, como gelatina nacarada; la negra morcilla, reventando para asomar sus entrañas al través de la envoltura de tripa, y el escandaloso chorizo, demagogo del cocido, que todo lo pinta de rojo, comunicando al caldo el ardor de un discurso de club."
¡Olé..!

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